La esperanza es la resistencia del pueblo palestino.
El gobierno israelí ha decidido eliminar al pueblo palestino, destruir lo que queda en Gaza y Cisjordania y aniquilar la esperanza. Ha sobrepasado todas las barreras imaginables y busca que la barbarie se nos haga habitual, dejarnos sin palabras, anestesiar nuestra humanidad, normalizar el genocidio, que lleguemos a pensar que no se puede hacer nada.
Pero no lo va a conseguir. Cada día somos más y más personas las que elevamos nuestra voz contra el genocidio, las que apoyamos y damos esperanza al pueblo palestino, las que estamos en contra de nuestros gobiernos que no son capaces de detener la barbarie ante los intereses económicos y políticos, las que no aceptamos que las muertes inocentes en Palestina se reduzcan a cifras que ya no conmueven, las que seguimos oyendo el llanto de los niños y niñas.
La flotilla humanitaria Global Sumud, es un símbolo que nos recuerda que todavía hay humanidad capaz de navegar contra corriente. Sumud significa perseverancia en árabe, palabra que encarna la dignidad de un pueblo que resiste pese a todo. Esta misión internacional lleva a bordo alimentos y medicamentos para abrir un corredor humanitario hacia Gaza y romper el bloqueo que asfixia a más de dos millones de personas, pero lleva un mensaje todavía más importante, nos recuerda y les recuerda que están matando de hambre al pueblo palestino cuando tienen en las fronteras alimentos y medicamentos, que el ejército israelí bajo las órdenes de un gobierno genocida está destruyendo casas, escuelas y hospitales, la infraestructura de un pueblo porque lo que busca es su aniquilación.
Nos recuerda que la política israelí ha pasado de la represión y el control a la destrucción, mostrando un desprecio total por las vidas palestinas además de violar las obligaciones morales y del derecho internacional.
La ofensiva israelí contra Gaza incluye asesinatos en masa, tanto en ataques directos como mediante la creación de condiciones de vida catastróficas que siguen aumentando el número de víctimas mortales; daños físicos o mentales graves a toda la población; la destrucción a gran escala de infraestructuras y del tejido social, incluidas las instituciones educativas y los lugares culturales palestinos; las detenciones masivas y los abusos a los detenidos en las prisiones israelíes sin juicio; los desplazamientos forzados masivos; la limpieza étnica por balas, bombas o por hambruna provocada; el ataque a la identidad palestina mediante la destrucción deliberada de campos de refugiados y los intentos de socavar la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA). Los perpetradores de esta barbarie, gozan de impunidad.
No podíamos pensar que llegaran a utilizar la hambruna como arma de guerra. Naciones Unidas declaró el 22 de agosto la hambruna en la ciudad de Gaza y en partes centrales de la Franja. Para finales de septiembre, se calcula que 640.000 gazatíes estarán en inseguridad alimentaria catastrófica, y más de un millón en situación de emergencia. Un niño, una niña desnutridos no solo tienen secuelas físicas sino que también hay afectación cognitiva y parálisis emocional y social. El genocidio israelí está matando la infancia, lo hace directamente con bombas y balas, lo hace destruyendo la estructura de un pueblo, generando inseguridad y miedo y lo hace debilitando y matando la esperanza de las niñas y niños palestinos. La crueldad de hacer morir de hambre a la infancia, cuando hay toneladas de ayuda humanitaria en las fronteras y los lugares de reparto de comida israelíes son lugar de asesinatos, nos hacen dudar de que la humanidad pueda reaccionar, pero tanto el pueblo palestino como nosotras y nosotros no podemos abandonar, tenemos que seguir protestando, haciendo visible lo que quieren invisibilizar.
Las madres y padres palestinos quieren que la vida siga floreciendo, quieren vivir, quieren que sus hijos e hijas tengan un futuro en paz y justicia. Lo que quieren los genocidas es que nos callemos, que naturalicemos la barbarie, que perdamos la esperanza.
Y nuestros gobiernos, nuestras instituciones europeas consideran que exigir que se aplique el derecho internacional es activismo político inadmisible, mientras que violarlo sistemáticamente y no decir nada, se considera neutralidad institucional. La comunidad internacional proclama los derechos humanos, pero tolera el hambre, la destrucción y la matanza de inocentes. ¡No queremos ser cómplices del genocidio contra el pueblo palestino!
Tenemos que seguir manifestando nuestro apoyo al pueblo palestino, alzando nuestra voz contra el genocidio. La conciencia ciudadana está viva, la indignación que se organiza, es una semilla de esperanza.
Pilar Sarto Fraj
Acción Solidaria Aragonesa
