Ricardo Álvarez, socio fundador de ASA, ha recibido el Premio que la Fundación ONCE otorga a la persona que haya destacado por su trayectoria solidaria, en su edición de 2023. La gala de entrega se celebró en Zaragoza el 30 de octubre  con la presencia de autoridades y directivos de la ONCE. Estas fueron las palabras que pronunció Ricardo al recibir el premio solidario de manos del presidente de la Fundación ONCE:

 

Autoridades, instituciones, amigas y amigos, muy buenas tardes.

Cuando José Luis Catalán me comunicó la concesión de este premio, aparte del natural agradecimiento, lo primero que me vino a la cabeza fue decir ¡madre mía! Es evidente que hay otra mucha gente en la ciudad con esta y mejor trayectoria… pero bueno, ¡gracias!

Un agradecimiento especial porque, allá por los años cincuenta del siglo pasado, mi padre también se acercó por la Plaza San Felipe, como invidente sobrevenido a sus cincuenta y tres años, a jugar al dominó, aprender braille, utilizar su biblioteca… y yo le acompañaba hasta la puerta. Gracias también por el apoyo que recibió de esta institución.

Mi dedicación inicial fue a la Asociación de Cabezas de Familia, como legalmente se constituían entonces. No concebía que vivir fuese solamente trabajar, cuidar una familia y disfrutar de la montaña en las ocasiones que pudiese. Había una cuarta dimensión que sentía no se podía obviar: el cuidado de la polis, la política en su más amplio sentido. Y en la asociación del barrio encontré mi hueco.

Unos años más tarde empezó a abrirse camino otra realidad: la ciudad, la nación, el continente también tenía otros vecinos que, por cierto, vivían mucho peor que nosotros. Mi relación con ella se fue incrementando hasta que ha llegado a ocupar la mayor parte de mi espacio.

En aquellos momentos hablábamos de solidaridad. Pero hace tiempo que se está hablando en términos de derechos.

Tenemos muy claro a qué tenemos derecho. Quizás sea el momento de darse cuenta de que los demás también tienen derechos, tanto los que viven a mi lado, aquí, como los que están por todo el mundo, allí. Y que tendríamos que compaginar mis derechos con sus derechos PORQUE SOMOS INTRÍNSECAMENTE IGUALES. La respuesta de las instituciones suele ser, hablando en castizo, con la que está cayendo… (siempre estará cayendo alguna, entre paréntesis). Ha habido otras posturas más directas, y que parecen resurgir lamentablemente: primero los de aquí.

Bueno, pues vamos a hacer un trato, de acuerdo, primero los de aquí: dediquemos inicialmente el 99.3% de nuestros recursos a los de aquí y, conforme vayamos mejorando, podremos ir nivelando los derechos de los de allí hasta que sean como los nuestros aquí.

Por otra parte, a nadie se le escapa que, con esas aportaciones –siempre necesarias- poco íbamos a conseguir. Pero bueno, algo iríamos haciendo. El meollo de la cuestión está en que hay que cambiar las reglas del juego para que no nos llevemos con una mano más de lo que les damos con la otra. Pues nuestro nivel de vida se sostiene gracias a los intercambios desiguales que mantenemos con los países del Sur; Nuestras fronteras se abren a sus mercancías y se alambran para las personas que huyen de guerras y pobreza.

 Es lo que llamamos coherencia de políticas: Todas deberían estar enfocadas hacia un desarrollo sostenible aquí y allí, ahora y para las siguientes generaciones.

En todo eso estamos embarcados y pensamos seguir navegando. Y merece la pena.

 
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